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martes, 1 de septiembre de 2009

Argentina post-electoral y el sector agropecuario

Publicado por Aldo Ferrer

Se advierte un reclamo de la opini?n p?blica acerca de la necesidad de un consenso para resolver los principales problemas existentes, como retenciones, tipo de cambio, r?gimen impositivo, coparticipaci?n federal de los recursos fiscales, r?gimen previsional, financiamiento del desarrollo, relaciones con el FMI y los mercados de capitales.
El consenso sobre estas cuestiones es necesario pero s?lo posible si se funda en un acuerdo fundacional acerca de la estructura econ?mica necesaria para el desarrollo del pa?s y su inserci?n din?mica en el orden mundial.
Durante la etapa de la econom?a primaria exportadora hasta su conclusi?n con la crisis de la d?cada de 1930 existi? un consenso hegem?nico seg?n el cual, la base productiva y el v?nculo con la divisi?n internacional del trabajo se apoyaba en el sector agropecuario.
En ese entonces, el debate econ?mico se refer?a a la distribuci?n de la riqueza y el ingreso, no a la estructura productiva. No es casual que el per?odo m?s prolongado de estabilidad institucional y ausencia de repetidos cataclismos econ?micos, de nuestra historia, abarcara, precisamente, esa etapa, desde la presidencia de Mitre hasta el derrocamiento de Yrigoyen.
Desde entonces hasta la actualidad no se logr? establecer un acuerdo definitivo acerca de si es viable una estructura productiva y un posicionamiento internacional fundado en la actividad primaria (la Argentina ?granero del mundo?) o, en cambio, que para el desarrollo sustentable con equidad, es preciso formar una econom?a industrial, integrada y abierta, apoyada en una extraordinaria dotaci?n de recursos naturales y una poblaci?n de un respetable nivel cultural, capaz de gestionar el conocimiento, incluso los de frontera.
Desde mediados de la d?cada de 1970, en el marco del despliegue de la globalizaci?n financiera a escala planetaria, el viejo modelo primario exportador (al fin y al cabo productivista), fundado en la especializaci?n en la producci?n rural, dio lugar a una nueva visi?n del pa?s perif?rico centrada en la dimensi?n financiera. Esta intromisi?n especulativa en el modelo liberal configur? el paradigma ?neoliberal?.
Desde la d?cada de 1930 en adelante falt?, en la base productiva, una estructura dominante, rural o industrial y, se dio menos a?n una estructura integrada agro-industrial como es necesario. Esta ausencia encuadr? la puja distributiva entre ambos sectores, y con el resto de la sociedad imprimi? una fuerte inestabilidad en el sistema y, sobre todo, provoc? su vulnerabilidad a la especulaci?n financiera, que castig? al campo y a la industria.
De este modo, tanto bajo los reg?menes de facto como en los constitucionales, la pol?tica econ?mica reflej? cambios extraordinarios de orientaci?n.
Esos cambios dr?sticos de rumbo se sustentaron en alianzas que resultaron transitorias, como la ?nacional? del primer peronismo (1946-55) y la ?neoliberal? instalada, en la d?cada del ?90, bajo el menemismo. El resultado fue la frustraci?n del desarrollo y la extrema volatilidad e inestabilidad de la econom?a argentina.
La ausencia de una estructura econ?mica consolidada y, por lo tanto, de un sistema de poder capaz de fundar un consenso hegem?nico sobre la orientaci?n a seguir, imprime a la pol?tica argentina un fuerte potencial de cambiar el rumbo y afectar la distribuci?n de la riqueza. Situaci?n que no es observable en pa?ses con reg?menes m?s s?lidos, en los cuales, la estructura necesaria, para la gesti?n del conocimiento y el desarrollo, est? fuera de discusi?n.
En los mismos, los cambios, producidos por los resultados electorales, imprimen s?lo desv?os moderados en las grandes orientaciones de la estrategia econ?mica. Todos los pa?ses desarrollados y los emergentes son ejemplos en tal sentido. Entre nuestros vecinos, Brasil y Chile tambi?n lo son.
En la Argentina, en cambio, antes, los golpes de Estado, y ahora, los resultados de las elecciones, tienen un fuerte potencial transformador pero, tambi?n, de generar inestabilidad y la ilusi?n de que siempre es posible empezar de nuevo y cambiar todo.
Actualmente, a diferencia de la situaci?n pre 1930, el diferendo fundamental no se refiere a la distribuci?n del ingreso y al problema de la pobreza. La protesta conservadora sobre estas cuestiones es tanto o m?s estridente que la progresista. El problema es la falta de un consenso dominante sobre la estructura productiva necesaria y posible y se expresa, principalmente, en tres cuestiones fundamentales: la relaci?n campo-industria, el papel del Estado y las relaciones con el resto del mundo.
La cuesti?n de fondo, sobre la que, en primer lugar, es preciso el consenso, es determinar cu?l es la estructura productiva capaz de gestionar el conocimiento y, consecuentemente, de aumentar las inversiones, el empleo y los salarios reales, condiciones necesarias de la equidad distributiva.
Los obst?culos para establecer un consenso hegem?nico fundacional sobre la estructura productiva, que permita generar otro sobre la distribuci?n (retenciones, impuestos, etc.) siguen siendo inmensos.
El conflicto del campo con el gobierno volvi? a reavivar el debate entre el proyecto integrador y la visi?n pa?s granero del mundo. La falta de resoluci?n del dilema, que el pa?s arrastra desde sus mismos or?genes, desfigura el tratamiento de los problemas fundamentales de la econom?a argentina.
Un ejemplo notable y reciente es la discusi?n sobre las retenciones aplicadas a las exportaciones de productos agropecuarios. Otro es la pol?mica sobre el tipo de cambio de equilibrio. Sobre estos temas expres? mi opini?n en notas anteriores en este mismo espacio.
El mayor obst?culo para generar el consenso hegem?nico necesario y posible no radica en la gravitaci?n de los intereses neoliberales ni en las restricciones externas.
El problema de fondo es pol?tico y radica en la divisi?n de los sectores y actores sociales creadores de riqueza, es decir, la falsa divisi?n de las aguas dentro del mismo campo de los intereses nacionales.
As? se frustraron procesos de transformaci?n en el pasado y corre el riesgo, actualmente, de volver a repetir la experiencia. Esta es una severa debilidad subsistente en la densidad nacional.
El mantenimiento de algunas tendencias actuales amenaza con restablecer la vulnerabilidad externa y, a partir de all?, fortalecer la pr?dica ortodoxa de volver a recurrir a la ayuda internacional, para cerrar la brecha en los pagos externos y recuperar la ?confianza?.
?ste ser?a el punto de partida del regreso al ?modelo? neoliberal. Es decir, existe el riesgo de que se establezca, otra vez, un cierto consenso en las ant?podas del necesario para el desarrollo con equidad. Ser?a, por su inviabilidad, ef?mero, pero sus consecuencias, como lo revela nuestra experiencia, nuevamente fatales.
La ?nica v?a realista para generar el consenso necesario y restablecer la confianza es consolidar los equilibrios macroecon?micos del sistema y ratificar que podemos vivir con lo nuestro, abiertos al mundo, en el comando de nuestro propio destino. Sobre esas bases es posible y conveniente participar en los mercados internacionales de cr?dito sin renunciar a la soberan?a. En consecuencia, es imprescindible clarificar las cuestiones en juego, para evitar enfrentamientos injustificables y la falsa divisi?n de las aguas. Como vimos, ejemplos emblem?ticos son las retenciones y la pol?tica cambiaria.
Asimismo, es preciso clarificar el papel del Estado, la aplicaci?n de los recursos del sistema de previsi?n social y la confiabilidad de las estad?sticas oficiales. La insuficiente claridad en el tratamiento de los problemas genera antagonismos entre protagonistas que tienen coincidencias en sus intereses fundamentales.
Despu?s de las recientes elecciones, la capacidad de la democracia, como el ?nico espacio posible para construir el consenso y las alianzas estables para desplegar el desarrollo del pa?s, vuelve a estar a prueba.